Los intereses económicos dominantes buscan mantener bajo el precio de estos productos, no solo para mantener y aumentar el consumo sino también para enfrentar la creciente competencia exterior.
Esto significa mantener bajos los salarios de los trabajadores del campo, el eslabón más débil de la cadena productiva.
Para lograrlo, los dueños del trabajo implementan diferentes maniobras. Por ejemplo, el trabajo a destajo o "por contrato": se paga por cubeta de naranjas o de arándaros, no por hora. De esta manera el trabajo se convierte en más intensivo y los jornaleros pocas veces logran reunir los $8 dólares por hora que fija la ley.
"En la pizca del tomate, el trabajador sigue al tractor y no se puede atrasar", explica Juan Santiago, joven trabajador de 23 años, residente de Madera, California. "Los 'tomateros' trabajan muy duro y pueden ganar unos $120 dólares por día".
Aunque estos números puedan ser muy atractivos, la realidad pone las cosas en su lugar.
"Este trabajo dura unos tres meses", dice Santiago, residente de Madera, quien a sus 23 años parece conocer cada surco del Valle Central. "En general, un campesino gana unos $11.000 dólares anuales".
El problema de los trabajadores del campo es que están a merced de los contratistas y que no conocen las leyes. Por si fuera poco, carecen de cualquier organización sindical que los represente.
Por ejemplo, la mayoría de los trabajos se pagan "a destajo", también llamado "por contrato", a diferencia del pago por hora -$8 dólares por hora en California.
"Este sistema es para aumentar la productividad del trabajador y reducir el pago si trabajan muy lentamente", asegura Luis Magaña, activista de la organización American Friends Service Committee, de Stockton. "Por ejemplo, en la pizca de la cebolla se paga 80 centavos por costal (saco, bolsa); así, una familia de tres personas puede ganar $60 dólares en un día, lo que dividido por tres (personas) significa apenas $20 dólares".
"En la 'tabla' pagan unos 45 centavos cada una", dice Santiago. La 'tabla' es en realidad una hoja de papel grande donde el jornalero pone las uvas que recoje para que se sequen al sol y luego pasan a ser procesadas y limpiadas para transformarse en las aromáticas y deliciosas pasas de uva. Los jornaleros deben trabajar intensamente para lograr suficientes 'tablas' que les permita recibir un pago decente.
Un campesino puede lograr unas 12 'tablas' en una hora. O sea... $5.40 por hora! Es necesario insistir que el salario mínimo en California es $8 dólares por hora. Y que los jornaleros agrícolas no cobran por horas extras. "La ley dice que el trabajador debe recibir el salario mínimo", asegura Magaña. "pero nadie cumple y nadie reclama". A falta de organización y conciencia sindical, el jornalero busca la salida individual.
"Muchos trabajadores prefieren el pago 'por contrato' porque piensan que en poco tiempo obtendrán más dinero, pero la realidad es diferente", dice Magaña. "En general, y en base a mi experiencia y conocimiento, un trabajador del campo gana alrededor de $10.000 por año".
Santiago maneja las misma cifras. "Hay excepciones, pero en general ese es el ingreso de un jornalero en el Valle Central", asegura.
Y agrega que el sistema de salarios en el campo "es caótico". Según él, a veces se paga por 'contrato' y otras veces por hora, algo que deciden los empresarios según sus intereses.
"El trabajador del campo no levanta su voz ni busca organizarse", asegura Magaña. "Tampoco conoce las luchas de los 60s y 70s".
Como entonces, el estatus de "illegal" de la mayoría de estos jornaleros contribuye al temor a reclamar derechos laborales, salarios justos o sindicalizarse.
Santiago medita unos segundos antes de responder, como resistiéndose, pero finalmente asegura que "no hay mucho interés" entre los jornaleros por organizarse.
Según Magaña, los campesinos actuales ni siquiera reconocen el nombre de César Chávez, líder sindical y co-fundador del sindicato de campesinos conocido como la Unión de Campesinos (UFW, por sus siglas en ingles), fundado a mediados de los 60s en el Valle Central.
Las luchas de este sindicato lograron beneficios tales como salario mínimo, derecho a sindicalizarse, baños y agua potable disponible en los campos de trabajo.
Casi treinta años después, poco o nada queda de esta lucha. Mientras tanto, los jornaleros siguen trabajando a destajo para ganar menos del salario mínimo.
Eduardo Stanley. Nació en Rosario, Argentina. Después de graduar de la Escuela de Bellas Artes (área de cinematografía), de la Universidad Nacional de La Plata, realizó un curso de postgrado en la Universidad de Bucarest, Rumania, sobre teoría de la comunicación. Durante tres años impartió clases de Lógica y Semiótica en la Universidad Autónoma de Sinaloa (Culiacán, Sinaloa), México. A mediados de los 80 se trasladó a Estados Unidos. Durante más de 25 años realizó trabajos de periodismo y documentación en el Valle Central de California, desempeñándose en diferentes medios de comunicación -principalmente en español. Actualmente es editor del semanario "El Sol", de Visalia, además de colaborar con publicaciones nacionales e internacionales.
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